La 
        performance desde la perspectiva latinoamericana 
        Por Clemente Padín  
        
       
        Desde los comienzos de la civilización el hombre no ha cesado de 
        expresarse y de comunicarse con los demás. En casi todos los casos 
        lo ha hecho desde su cuerpo, ya sea con su voz, con sus manos, con sus 
        gestos, etc. Si constamos que, en la performance, el cuerpo es el instrumento 
        expresivo determinante entonces podríamos decir que existe desde 
        siempre, ya sea como un lenguaje de la acción cuyos signos deberían 
        ser interpretados por sus interlocutores o bien, como un instrumento ritual 
        en la consecución de "algo" valioso para la comunidad, 
        aunque de manera simbólica.
  
		
        La performance es un arte de "expresión escénica", 
        es decir, un arte formalmente similar al teatro u otras artes escénicas 
        como la danza, la opera, etc., en las cuales la conjunción de lo 
        espacial y lo temporal es decisiva. En el caso de la performance estas 
        funciones no tienen límites: temporalmente pueden durar desde un 
        segundo a un año y espacialmente desde el locus personal hasta 
        el universo entero (si fuera posible). La performance consta de tres elementos 
        inseparables: el "performer", la acción (o inacción) 
        que despliega y el público. En tanto el público permanezca 
        en su rol, la performance continuará siendo una expresión 
        artística; si pasa a interactuar con el artista, el evento pudiera 
        transformarse en un ritual en donde existe todo un abanico de opciones 
        que van desde la actitud pasiva del espectador (como en el teatro) hasta 
        su máxima participación (como en las ceremonias religiosas 
        o en los bailes populares). En cuanto a su lugar en el espectro de las 
        artes aún no está debidamente establecido: algunos, le ubican 
        entre las artes plásticas (por la "visualidad" que despliega 
        el cuerpo) y, otros, entre las artes escénicas. A veces el predominio 
        de uno u otro soporte o de una forma artística en particular le 
        impone determinaciones del tipo de "video-performance" o "performance 
        poética" o "performance digital" o "instalación 
        cum performance", etc. en donde se destaca el soporte predominante 
        aunque el instrumento expresivo, sigue siendo el cuerpo humano. Lo que 
        destaca a la performance de los demás géneros y de las demás 
        artes es su característica de arte de la "presentación" 
        y no de arte de "representación" 
  
        La performance nace como protoforma a fines de los 50s. y, como género 
        artístico en sí mismo, a fines de los 60s. Hay indicios 
        de que algunas actividades de artistas de las vanguardias históricas, 
        sobre todo, futuristas y dadaístas, tuvieron ya ese carácter 
        por lo que pueden ser consideradas como pioneras. Hay toda una serie de 
        señales que dejaron mojones históricos en su desarrollo. 
        Uno de los primeros pudiera situarse en la creación del Black Mountain 
        College y la labor transgresora de John Cage, a nivel de la música 
        y de Merce Cunningham a nivel de la danza. La "Action Painting" 
        de Jackson Pollock y en su influencia en el grupo japonés Gutai, 
        el cual, a mediados de los 50s., ya realizaba acciones valiéndose 
        del cuerpo como elemento expresivo. Los "vuelos" de Ives Klein 
        son, también, otro antecedente valioso. El paso más importante 
        en esta cadena fue, sin dudas, la creación del Happening, en tanto 
        evento o acontecimiento artístico, a cargo de Allan Kaprow y artistas 
        Fluxus como Dick Higgins y otros. Hay que destacar, también, la 
        contribución del Fluxus europeo: Joseph Beuys y sus Aktions y Wolf 
        Vostell con sus Decollages. Al mismo tiempo el surgimiento del Conceptualismo 
        iría a traer nuevos puntos de vista y surge el Body Art, en donde 
        el cuerpo del artista es el objeto y el sujeto del arte en donde se transforma 
        en el soporte artístico y se sostiene a sí mismo como mensaje 
        estético. El primero en valerse del término "performance" 
        fue Claes Oldemburg a comienzos de la década de los 70s. En la 
        década de los 80s. se constituye en un espectáculo masivo 
        más, vía cine y televisión, sobre todo en los Estados 
        Unidos, para casi desaparecer en los 90s. A fines de milenio y a comienzos 
        del siglo XXI vuelve a surgir en la escena artística recuperando 
        sus improntas de origen, es decir, vuelve a ser un arte marginal, contestatario, 
        al margen del mercado del arte, de índole underground y alternativo 
        que se fue imponiendo en la escena cultural hasta ser, hoy día, 
        una de las formas artísticas más efervescente y radicales 
        del panorama de las artes.
  
        América Latina no permaneció ajena a estos procesos, al 
        contrario, desde los 50s. ha ido generando sus precursores: desde el chileno 
        Alejandro Jodorowsky y las extraordinarias fantasías del brasileño 
        Flavio de Carvalho al argentino Alberto Greco (quien encerraba a las gentes 
        en círculos de tiza y las proclamaba "estatuas vivientes") 
        a los "señalamientos" de Edgardo Antonio Vigo y el "Arte 
        Inobjetal" uruguayo de fines de los 60s. que presumía de crear 
        sus obras mediante el "lenguaje de la acción". ¿Quién 
        no recuerda el "no-objetualismo" y la recordada declaración 
        de Aracy Amaral en el Primer Coloquio Latinoamericano de Arte No Objetual 
        realizado en Medellín, Colombia en l981?:
  
              "Parece posible afirmar que las acciones que distingue, que 
              singularizan el no-objetualismo en Latinoamérica respecto 
              de las demás realizados desde los años sesenta en 
              Europa y los Estados Unidos son las propuestas en que emerge integrada 
              a la creatividad, la connotación política en sentido 
              amplio (...) Al manifestar esa intencionalidad política se 
              revelan a sí mismos, comprometidos con el propio aquí/ahora..." 
              
  
        ¿Y las manifestaciones artísticas que propició el 
        neoconcretismo de Ferreira Gullar y su "Teoria del No-Objeto" 
        de 1959 incluyendo su propio "Poema Enterrado", los "Penetrables” 
        de Helio Oiticica, los "Bichos" de Lygia Clark y las de tantos 
        artistas todos emparentados por el arte de la acción? ¿Olvidaremos 
        las performances e intervenciones urbanas de los precursores de "Tucumán 
        Arde" y las de artistas de la talla de Felipe Ehrenberg, Marcos Kurtycz, 
        Luis Pazos, Martha Minujin, el Poema/Proceso, Diego Barboza, Antonio Manuel, 
        Guillermo Gómez-Peña, Carlos Zerpa, Víctor Muñoz, 
        Fernando Bedoya, el Grupo Escombros, Juan Loyola y tantos más? 
        
  
        Aunque hoy día es un género artístico establecido 
        y aceptado por el sistema de las artes, su carácter de "arte 
        de frontera", intermédico en la acepción de Dick Higgins, 
        desacraliza las convenciones "ya dadas" en la relación 
        del artista y la sociedad (y viceversa), sobre todo por su índole 
        de expresión de la conciencia social sublimada en algún 
        momento y lugar determinado fuera de cualquier compromiso que no sea el 
        humano. De esta manera, la obra de arte recupera su poder como instrumento 
        de comunicación y no sólo canalizador de ganancias o atesorador 
        de capitales y se hace claro su sentido político (no partidario) 
        en cuanto visaje de la conciencia social y, como tal, instrumento de conocimiento 
        e intercambio de ideas (e, incluso, instrumento de cambio, ya sea en sentido 
        progresivo como regresivo). Si aplicáramos el concepto de Marcel 
        Duchamp de que el arte puede venir del propio arte o puede venir de la 
        vida, diríamos, sin temor a equivocarnos, diríamos que la 
        performance deriva de la vida. 
  
        Desde comienzos del nuevo milenio, la performance ha vuelto por sus fueros 
        y ha reverdecido en diversos encuentros y festivales realizados de norte 
        a sur de nuestra América: México, La Habana, Valparaíso, 
        Santiago, Montevideo, Buenos Aires, Córdoba...en donde, por sobre 
        todas las cosas, se ha sabido amalgamar el sentir popular llamando la 
        atención sobre la solidaridad y la cohesión social en torno 
        a ideales comunes y, sobre todo, a olvidados sentidos de vida confundidos 
        por la creciente indiferencia que promueve el neoliberalismo. 
  
        Fue, tal vez, el ámbito no tan cosmopolita de América Latina, 
        todavía no totalmente impregnado por la insensibilidad de la nueva 
        cultura global, una de las causas de la riqueza y variedad de propuestas 
        que se han visto surgir en los últimos eventos (otra causa pudiera 
        ser la masiva asistencia de nuevos artistas y su extrema juventud). Lo 
        cierto es que su fuerza, más que radicar en las acciones llevadas 
        a cabo, reside en su inviabilidad, en su poder utópico, enfrentados 
        al agotamiento de los sentidos predicados por la política y las 
        instituciones, esos discursos que "dicen y no hacen". La performance, 
        en razón de su índole contestataria y marginal, ha devenido, 
        en tanto forma de expresión artística, en uno de los medios 
        idóneos para comunicar esta constante insatisfacción que 
        puede provocar en algunos la injusticia e inhumanidad propias del sistema 
        en que vivimos y ofrece, generosa, las vías adecuadas para su denuncia, 
        no en ámbitos agoreros de imposibilidades sino, allí, en 
        donde está la gente, en donde todo es posible.
  
        Montevideo, Uruguay 
       
        A Angel Pastor y su insobornable compromiso con la vida. 
         
         
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